Se llama Pepi, tiene unos kilitos de más, pero este hecho no ha sido obstáculo para ligarse al hijo de su vecina. Aprovechando que su marido estaba en el curro, ambos coincidieron en el ascensor y ella se lo propuso sin ningún tipo de vergüenza: enseguida se fueron a su casa y empezaron a follar salvajemente, en diferentes posturas. También lamió con ansias el rabo, pues hacía tiempo que no chupaba una buena polla joven.