Casi todo el edificio escuchó follar a Marta y a Elena. Y es que cuando se ponen cachondas, se ponen cachondas de verdad. Ambas tuvieron novio, pero desde que descubrieron lo placentero que resulta el sexo entre mujeres, pronto se hicieron excelentes folloamigas. Da gusto contemplar a las zorras lamiéndose las tetas y pasando sus lenguas por los coños sobre el sofá, el suelo y donde haga falta. Están buenísimas, y mientras mantienen sexo no paran de gemir. ¡Así se ha enterado todo el barrio!.