Anabel se sentó encima de José y estuvo durante casi una hora vibrando de placer, sintiendo orgasmos encadenados con los que no paró ni un solo segundo de gemir. Ambos son amantes, cada uno tiene sus respectivas parejas, pero lo cierto es que les da morbo ponerles los cuernos de vez en cuando. Quedaron en la casa de él, y tras brindar pasaron a la acción en el sofá negro del salón. Da gusto verlos compenetrándose tan bien.